domingo, 19 de julio de 2009

ALICIA, NAVIDAD 1.996

Es Navidad de 1.996, cuando las ciudades del mundo occidental se ponen de gala, con multitud de luces intermitentes con los colores del arco iris, para conmemorar el nacimiento del Niño Jesús.

Son dos pequeñas hermanas, llenas de la inocente hermosura infantil.

Se llaman Francisca (Paqui) y Alicia. Viven con sus padres en la bella, muy leal y heroica Ciudad de Oviedo, reino de España.

Sus abuelos maternos tienen su morada en la capital castellana de Valladolid, que se encuentra reformando su semblante, con la peatonalización de calles, acondicionamiento de plazas y aceras y pintado de sus casas.

De la fachada del Ayuntamiento cuelgan luces y adornos típicos de estas fechas.

En la Plaza Mayor se estableció el habitual mercadillo de Navidad, con montones de objetos a la venta: nueces, avellanas, higos y uvas pasos, polvorones, caramelos, mil golosinas y otros muchos artículos, tanto navideños como paganos.

En una parte de esta Plaza se colocó el tradicional Nacimiento o Misterio, formado por La Virgen, San José y el Niño Jesús, cubierto con un simple pañal para soportar el frío invierno castellano. No pude faltar, cómo no, el buey y el asno.

En esta ocasión les sirve de refugio el porche de un chalet, tan de moda en las urbanizaciones próximas a toda villa que se precie.

Los padres de Paqui y Alicia cuentan con que las primeras horas del Nuevo Año les coja fuera de su hogar, para lo que es preciso dejar a sus queridísimas hijas en buenas manos cuidadosa y, qué mejor que la de los abuelos de Valladolid, donde también se encontraban, casualmente, los bisabuelos por parte de madre.

Para ello fue preciso desplazarse a la capital de la Comunidad Castellano-Leonesa, a llevar tan hermosas joyas, desafiando los consejos de los meteorólogos, insistiendo en la llegada de un frío polar con temperaturas extremadamente bajas.

Entre la desafiante locura de la juventud y las ganas de no perderse el embrujo de esas horas viejas del año que se va, y las primeras del nuevo que llega cargado de ilusiones; no lo piensan dos veces, y ponen rumbo a Valladolid.

Es domingo y quedan dos días para la soñada despedida, que renuevan año tras año desde que se conocieron en esa misa celebración

No se encuentran con dificultades en la vía pública, y llegan sin problemas a su destino para comer y, después, emprender el retorno a su cada vez más apreciada Capital del Principado.

El cielo se torna gris plomizo y, de repente, las nubes se deshacen en millones de copos blancos cayendo perezosos sobre el asfalto, tejados, aceras y coches aparcados, que deja cubiertos en unos minutos de su inmaculado color.

El jovial matrimonio se percata de la imposibilidad del retorno, y toman con sufrida resignación el tener que pernoctar en el hogar castellano, con la esperanza de que, todavía hay tiempo suficiente para el regreso.

Los partes del tiempo son cada vez más contundentes en sus previsiones, y muestran imágenes de paisajes blancos con multitud de vehículos y trenes atrapados por el temporal; arriesgados rescates y numerosos pueblos incomunicados

La joven pareja agradece el haber llegado sin dificultad a Valladolid y encontrarse todos unidos, sanos y salvos.

Pasan los días y la situación es cada vez más dificultosa. Precisan cadenas incluso los coches que se mueven en la ciudad, y el río Pisuerga comienza a congelarse en sus orillas, y los del lugar rememoran el invierno de 1970, cuando pudieron cruzar andando tan nombrado afluente.

Por imposición, la despedida del año tendrá lugar en Valladolid. Al principio, añorando algo las anteriores, pero al final, ayudados por el original menú y los buenos caldos de la bodega de los jóvenes abuelos, se tornó todo alegría y buen humor que hicieron una noche inolvidable. ¿Se puede pedir mayor felicidad, que pasarlo junto a los familiares más allegados, gozando de buena salud, y sabiendo que el resto de los parientes también se encuentra dichosos? Pienso que no.

Se tomaron las uvas de la suerte. Se brindó por un prometedor futuro. Se entonaron conocidos villancicos, y hasta la quinceañera tía de nuestras protagonistas, les deleitó con su experiencia al piano, mientras en los hogares circundantes se hacía un silencio para oír las notas, que como burbujas fluían impulsadas por los ágiles dedos de nuestra concertista.

El tiempo era cada vez más amenazante y tempestuoso. La nieve escalaba por los tejados y los carámbanos intentaban unirlos con la calle, cual lanzas de pulido cuarzo.

Entre fiestas y la mala situación climatológica, la semana se convierte en sabática, y se aprovecha para disfrutar del hogar.

Llega el día de la soñada noche infantil en que se cumplen sus inocentes peticiones.

A pesar de lo complicado de la situación, se anuncia por prensa y radio que vendrán los Reyes Magos con todo su séquito cargados de paquetes, desfilando ante sus jóvenes adictos, tirándoles caramelos, visita a las autoridades en el Ayuntamiento y después adorar al pequeño Dios en su pesebre.

Una vez terminado el protocolo y entrada la noche con el primer sueño de la pureza, depositan los juguetes sin posible error en cada zapatilla del más encaramado piso desafiando la gravedad, entonados por la copa de licor que, para repostar fuerzas, les deja el agradecido infante.

Cómo no, nuestra completa familia acompaña a las niñas Paqui y Alicia a contemplar tan majestuoso desfile, y disfrutando ante tanto entusiasmo de los jóvenes ciudadanos.

Mientras sus Majestades hacían escala en el Ayuntamiento, Paqui y Alicia son acompañadas hasta el nacimiento de la Plaza Mayor, donde poco a poco se va amontonando el gentío. Ellas tienen suerte y les toca en primera fila.

Animada por el ambiente que se forma entorno al belén, Paqui sube las escaleras, y detrás la pequeña Alicia trepa dificultosa siguiendo a su hermana.

Paqui le canta al Niño los villancicos aprendidos en su colegio Ovetense con la gracia de su imperfecta pronunciación, mientras se desprende de su abrigo y bufanda para arroparle.

Entre tanto, Alicia intenta bailar al son de las entonaciones de su hermana, moviendo su rellenito vientre cual aprendiz de sambera brasileña. Se acerca al lecho del Bebé, y le da su más preciada posesión: el chupete.

El nacimiento parece cobrar vida.

La estrella lo ilumina todo con su núcleo y gran estela, mientras el alumbrado público se apaga.

El lugar desprende el calor y olor propio de un establo.

La Virgen y San José atienden al Pequeño y acarician a las dos hermanas, agradecidos por su visita y atenciones.

El Niño se muestra alegre y juguetón con Paqui y Alicia, y le satisface acaricien con sus delicadas manitas.

La multitud se aglomera entorno al lugar. Se encaraman por las farolas, y los balcones circundantes se llenan de gente deseosa de contemplar el inigualable espectáculo.

Los Reyes de la cabalgata logran con mil dificultades llegar al Nacimiento, para hacer la ofrenda al Niño Dios, y se sorprenden no les hayan advertido, se trataba de un Belén viviente.

Durante la visita de los Reyes las hermanas acompañan al Pequeño y se maravillan al verlos tan de cerca y elegantes, aunque para sí no deseaban los regalos que le ofrecían al Niño Jesús.

Terminada la ofrenda, todo vuelve a su situación normal entre los calurosos aplausos del público por el espectáculo vivido, pensando era una representación teatral.

El alcalde y concejales allí presentes se cruzan mirandas interrogantes sobre lo ocurrido, y nadie sabe nada. No entienden han estado unos instantes presenciando, en vivo y en directo, lo acontecido 1996 años antes en la bíblica Belén.

Paqui y Alicia vuelven con sus padres y abuelos, y todos juntos, sabedores de la realidad, se encaminan a su hogar confundidos, pero muy contentos con sus niñas.

Los periódicos de la mañana siguiente se hacen eco de lo sucedido, a la vez que no entienden la ausencia de reportajes gráficos. En ninguna foto se ve a las niñas, y los Reyes adoran a unas imágenes inmóviles.

El mismo día de Reyes se acercan Paqui y Alicia cargadas con sus regalos a enseñárselos al Niño, y allí encontraron la prueba fehaciente de lo ocurrido el día anterior: el chupete de Alicia estaba entre sus pequeñas y adorables manos.

Las carreteras quedaron despejadas en la noche de Reyes, y las niñas y sus padres regresaron a su Oviedo natal, pero nunca podrán olvidar los días tan especiales vividos en el calor familiar de Valladolid.





NOTA.- Este cuento estaba destinado a ser incluido en la selección PATRUCHOS. Incluso, al final del titulado "TREN INFANTIL", se hace una referencia a que, cuado están las dos hermanitas en Valladolid, ocurren cosas maravillosas, y era recordando éste sobre ALICIA, NAVIDAD 1996

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